A la hora de enfrentarse con una traducción técnica, existen una serie de consejos que podríamos considerar básicos para no caer en errores terminológicos o en disputas innecesarias con nuestro cliente.
En primer lugar, y como siempre antes de aceptar cualquier encargo de traducción, técnica o no, hemos de medir nuestras fuerzas: calcular el tiempo real del que disponemos, el número de palabras y si el texto es asequible a nuestros conocimientos.
En segundo lugar, deberemos hacer una recopilación de todas aquellas fuentes de consulta o diccionarios técnicos de los que dispongamos, pues no hemos de olvidar que la terminología será el gran caballo de batalla de toda traducción técnica.
En tercer lugar, y antes de comenzar a traducir, conviene hacer una recopilación de los términos más usuales que aparecen en el texto (hay diferentes programas de software que nos permitirán hacerlo de forma sencilla y rápida) y hacer una traducción previa. Si disponemos de tiempo, convendría contrastar con el cliente este glosario para que nos diera su visto bueno, lo que facilitará que la traducción sea de su agrado.
Como ya se ha comentado, las traducciones técnicas muestran los mayores escollos en la terminología que demandan, con lo que es esencial que esta terminología sea homogénea. Para ello, un aliado perfecto será una memoria de traducción, que nos podrá facilitar el cliente (en cuyo caso se puede simplificar bastante nuestra labor) o bien que podremos crear desde cero.
Todas estas consideraciones pueden facilitar en gran medida el trabajo de cualquier traducción técnica.